Esta medalla de San Charbel y Santa Teresa, mide 3 x 2,8 cms.
Monje maronita y sacerdote
San Chárbel, cuyo nombre original fue Youssef Antoun (José Antonio) Makhlouf (Majluf), nació en Beqakafra, Líbano, el 8 de mayo de 1828. Quedó huérfano de padre a los tres años, por lo que quedó bajo el cuidado solo de su madre. Ella contrajo segundas nupcias con un sacerdote maronita -en el rito maronita se permite que los sacerdotes puedan casarse- quien terminaría siendo una influencia muy positiva para el santo.
En general, los Makhlouf fueron una familia marcada por la fe y la piedad -dos de los tíos de Youssef fueron monjes ermitaños-, gracias a lo cual el santo pudo crecer en un ambiente religioso, rodeado de auténtica espiritualidad.
A los veintitrés años, Youssef dejó el hogar materno e ingresó al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouq en calidad de candidato, adoptando posteriormente el nombre de un famoso mártir sirio: Chárbel.
El joven monje realizó sus votos solemnes en 1853 y fue ordenado sacerdote unos años más tarde, en 1859, y quedó incorporado al clero regular bajo el patriarcado de Paulo I Pedro Masad (Patriarca maronita de Antioquía desde 1854 hasta su muerte en 1890).
Casi de inmediato, el P. Chárbel sería enviado al monasterio de San Marón en Annaya, ubicado en las alturas montañosas del Líbano, a 1067 m.s.n.m.
Para escuchar mejor la voz de Dios
El P. Chárbel vivió en San Marón por quince años, convirtiéndose en un monje ejemplar, dedicado a la oración, el apostolado y los estudios de espiritualidad.
Será años más tarde cuando descubre el llamado a la vida en soledad y pasa a vivir como ermitaño. Para ello, dada su condición canónica, requería un permiso especial. El santo recibiría la esperada autorización el 13 de febrero de 1875.
Desde ese día hasta su muerte, en 1898, San Chárbel estuvo dedicado a la ascesis, la penitencia, el trabajo manual y a la oración. Esto incluía un régimen de oración con las horas principales e intermedias de la Liturgia de las horas (en siete momentos diferentes del día)-, y, naturalmente, la Misa diaria. San Chárbel solo comía una vez al día y pasaba la mayor parte del tiempo en silencio. Eventualmente interrumpía sus horas de meditación para recibir a los numerosos visitantes, quienes llegaban atraídos por su reputación de sabiduría y santidad. Gente de todo tipo llegaba en busca de consejo espiritual, alguna promesa de oración o, directamente, en pos de algún milagro -San Chárbel se había ganado la fama de taumaturgo por las curaciones milagrosas acontecidas entre quienes se acercaban a él-.
Hombre universal
San Chárbel murió el 24 de diciembre de 1898. El Papa San Pablo VI lo beatificó el 5 de diciembre de 1965 durante la clausura del Concilio Vaticano II. Años más tarde, el mismo Pablo VI lo canonizaría el 9 de octubre de 1977, en el marco de las celebraciones del Sínodo Mundial de los Obispos.
La devoción a San Chárbel se ha extendido dentro y fuera de las fronteras del Líbano, incluso en territorios muy alejados, poseedores de formas culturales muy distintas. Prueba de ello es la particular y fuerte veneración de la que goza en México, y otras partes de América Latina. En ese sentido, San Chárbel se ha convertido en un “puente” muy real entre Oriente y Occidente, un vínculo que ha tendido el Espíritu Santo.
Lazo entre Oriente y Occidente
El caso de la devoción a San Chárbel en México constituye algo realmente especial. Esta se debe en gran parte a la inmigración maronita a ese país -iniciada en el siglo XIX- como al notable número de milagros atribuidos a la intercesión del santo libanés.
Estos merecen mención aparte: se dice que la Iglesia ha registrado e investigado un número que sobrepasa las dos decenas de miles. Algunos de estos, incluso, llegaron a tener impacto mediático.
¡San Chárbel Makhlouf, ruega por nosotros!
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Si deseas conocer un poco más sobre San Chárbel, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Charbel_Makhlouf.