Medalla Virgen del Carmen y San Charbel

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Medalla Virgen del Carmen y San Charbel

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Preciosa medalla de la Virgen del Carmen y San Charbel delicadamente pintada a mano sobre nácar. Mide 2,5  x  3,4 cms. 

Sobre la Virgen del Carmen

El 16 de julio de 1251, San Simón Stock, superior de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas de la antigua observancia), se encontraba en oración, rogando a Dios que fortalezca a sus hermanos carmelitas que padecían persecución. De pronto, la Virgen María se le apareció.

Nuestra Señora se presentó vestida con el hábito de la Orden (la túnica de color marrón castaño) y, dirigiéndose al santo, le extendió la mano para entregarle el escapulario carmelita. La Virgen, entonces, le prometió que libraría del castigo eterno a todo aquel que lo llevase puesto y estuviera en gracia con Dios.

Estos acontecimientos sucedieron en Aylesford (Inglaterra) y, tras ellos, se produjo un gran impulso a esta hermosa devoción, dedicada a la “Reina y Señora del Monte Carmelo”. Desde entonces ha seguido extendiéndose por todo el mundo a lo largo de los siglos sucesivos, con abundantes frutos de santidad.
El escapulario de la Virgen del Carmen recibió reconocimiento oficial gracias a la intervención del Papa Sixto V en 1587, y su uso y difusión han sido respaldados posteriormente por otros pontífices. Es el signo máximo de la devoción a Nuestra Señora del Monte Carmelo.

Gracias a la fuerza simbólica del escapulario para evocar la gran promesa hecha por la Virgen a San Simón, los Carmelitas -tanto de la antigua observancia como los reformados (descalzos), y sus numerosas ramas espirituales- han dado fruto bueno y abundante: hoy los carmelitas -hombres y mujeres, religiosos y laicos, contemplativos e insertos en el mundo- tienen una importante presencia en los cinco continentes, herederos de una larguísima lista de santos y mártires, fieles devotos de la Virgen del Carmen.

El escapulario, por último, encierra un hermoso simbolismo. Evoca el “encuentro” entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, como se explica a continuación.

El monte santo

Fue en el monte Carmelo, ubicado cerca de Jerusalén, la Ciudad Santa (Israel), donde los profetas Elías y Eliseo se establecieron para vivir consagrados a la oración de intercesión por el Pueblo escogido (ver: Isaías 35, 2). Y fue en ese mismo monte donde, a mediados del siglo XII d.C., San Bartolo construyó la ermita que congregaría a decenas de sacerdotes de la Iglesia latina para trasladarse allí y empezar una vida como eremitas, en soledad y silencio. Estos devotos llegaron constituyeron la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas), Ordo Fratrum Beatissimæ Virginis Mariæ de Monte Carmelo.

El nombre “Carmelo” proviene del hebreo Karm-El que quiere decir ‘jardín de Dios’ o ‘viña de Dios’. El nombre recuerda la belleza del lugar -se le suele llamar también ‘el jardín de Palestina’- y evoca la riqueza espiritual de una larga tradición que nace con los Profetas del Antiguo Testamento.

Los carmelitas

En 1205, San Alberto (Alberto Avogadro), patriarca de Jerusalén, entregó a los eremitas del Carmelo una regla de vida, que sería aprobada posteriormente por el Papa Honorio III en 1226. Los carmelitas, de acuerdo a dicha regla, debían vivir ‘a la manera’ del Profeta Elías y de María Santísima.

También en el siglo XIII, el Papa Inocencio IV concedió a los carmelitas el privilegio de ser incluidos entre las órdenes mendicantes, junto a franciscanos y dominicos. Eso significó un cambio muy grande para la Orden, que, por lo demás, sería reformada siglos más tarde por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz (siglo XVI).

Devoción

Es imposible enumerar los lugares dedicados a Nuestra Señora del Carmen, o hacer una lista con todos sus patronazgos. Solo en España, por ejemplo, la Virgen del Carmen es patrona de los marineros y pescadores, así como de la Armada Española. Las ciudades que la celebran en la Península son prácticamente incontables.

En América sucede algo similar. En Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Paraguay, Uruguay o Venezuela, el día de la Virgen del Carmen es una auténtica fiesta: se realizan procesiones, se concluyen las novenas solemnemente, y los devotos perennizan su gratitud en una variedad de tradiciones populares. Como muestra de ello, en muchos lugares se realizan homenajes a todas las mujeres que se llaman “Carmen” o “Carmela”.

Estas expresiones religiosas o culturales evidencian el profundo impacto que la espiritualidad carmelita ha logrado en el Pueblo de Dios, y que hoy sigue animando a millones de personas a amar y pedir la protección de la Madre de Dios.

¡Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros!

Si quieres saber más sobre la Virgen del Carmen o sobre el escapulario, puedes leer los siguientes artículos de la Enciclopedia Católica:

https://ec.aciprensa.com/wiki/Fiesta_de_Nuestra_Señora_del_Carmen, https://ec.aciprensa.com/wiki/Escapulario_de_Nuestra_Señora_del_Carmen.

San Charbel 

Monje maronita y sacerdote

San Chárbel, cuyo nombre original fue Youssef Antoun (José Antonio) Makhlouf (Majluf), nació en Beqakafra, Líbano, el 8 de mayo de 1828. Quedó huérfano de padre a los tres años, por lo que quedó bajo el cuidado solo de su madre. Ella contrajo segundas nupcias con un sacerdote maronita -en el rito maronita se permite que los sacerdotes puedan casarse- quien terminaría siendo una influencia muy positiva para el santo.

En general, los Makhlouf fueron una familia marcada por la fe y la piedad -dos de los tíos de Youssef fueron monjes ermitaños-, gracias a lo cual el santo pudo crecer en un ambiente religioso, rodeado de auténtica espiritualidad.

A los veintitrés años, Youssef dejó el hogar materno e ingresó al monasterio de Nuestra Señora de Mayfouq en calidad de candidato, adoptando posteriormente el nombre de un famoso mártir sirio: Chárbel.
El joven monje realizó sus votos solemnes en 1853 y fue ordenado sacerdote unos años más tarde, en 1859, y quedó incorporado al clero regular bajo el patriarcado de Paulo I Pedro Masad (Patriarca maronita de Antioquía desde 1854 hasta su muerte en 1890).

Casi de inmediato, el P. Chárbel sería enviado al monasterio de San Marón en Annaya, ubicado en las alturas montañosas del Líbano, a 1067 m.s.n.m.

Para escuchar mejor la voz de Dios

El P. Chárbel vivió en San Marón por quince años, convirtiéndose en un monje ejemplar, dedicado a la oración, el apostolado y los estudios de espiritualidad.

Será años más tarde cuando descubre el llamado a la vida en soledad y pasa a vivir como ermitaño. Para ello, dada su condición canónica, requería un permiso especial. El santo recibiría la esperada autorización el 13 de febrero de 1875.

Desde ese día hasta su muerte, en 1898, San Chárbel estuvo dedicado a la ascesis, la penitencia, el trabajo manual y a la oración. Esto incluía un régimen de oración con las horas principales e intermedias de la Liturgia de las horas (en siete momentos diferentes del día)-, y, naturalmente, la Misa diaria. San Chárbel solo comía una vez al día y pasaba la mayor parte del tiempo en silencio. Eventualmente interrumpía sus horas de meditación para recibir a los numerosos visitantes, quienes llegaban atraídos por su reputación de sabiduría y santidad. Gente de todo tipo llegaba en busca de consejo espiritual, alguna promesa de oración o, directamente, en pos de algún milagro -San Chárbel se había ganado la fama de taumaturgo por las curaciones milagrosas acontecidas entre quienes se acercaban a él-.

Hombre universal

San Chárbel murió el 24 de diciembre de 1898. El Papa San Pablo VI lo beatificó el 5 de diciembre de 1965 durante la clausura del Concilio Vaticano II. Años más tarde, el mismo Pablo VI lo canonizaría el 9 de octubre de 1977, en el marco de las celebraciones del Sínodo Mundial de los Obispos.

La devoción a San Chárbel se ha extendido dentro y fuera de las fronteras del Líbano, incluso en territorios muy alejados, poseedores de formas culturales muy distintas. Prueba de ello es la particular y fuerte veneración de la que goza en México, y otras partes de América Latina. En ese sentido, San Chárbel se ha convertido en un “puente” muy real entre Oriente y Occidente, un vínculo que ha tendido el Espíritu Santo.

Lazo entre Oriente y Occidente

El caso de la devoción a San Chárbel en México constituye algo realmente especial. Esta se debe en gran parte a la inmigración maronita a ese país -iniciada en el siglo XIX- como al notable número de milagros atribuidos a la intercesión del santo libanés.

Estos merecen mención aparte: se dice que la Iglesia ha registrado e investigado un número que sobrepasa las dos decenas de miles. Algunos de estos, incluso, llegaron a tener impacto mediático.

¡San Chárbel Makhlouf, ruega por nosotros!

Si deseas conocer un poco más sobre San Chárbel, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Charbel_Makhlouf.


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